Cuando negarse es positivo
La adolescencia es el último eslabón antes de la etapa adulta, en la cual la autonomía es clave para conducirse en la vida. En esta fase, a veces son los padres los que se sienten solos y se preguntan: “Y a mí, ¿quién me entiende y atiende? ¿Quién me ayuda?”.
“Uno no es padre como quiere, sino como puede”, opina Juana Presman, especialista en medicina de la adolescencia, quien en abril presentó su libro Decir que no .
A la médica especializada en medicina interna y externa en salud del adolescente le toca ver en el consultorio cuando los padres dicen “sí” porque les genera culpa decir “no”. “Decir ‘sí’, significa que doy, permito, me quieren, voy a recibir, todo es paz y armonía. Si digo ‘no’, me remito a la carencia, a la restricción, al no dar, genero bronca, desamor, cierro puertas y además temo la reacción”, explica. “El ‘no’ me deja solo, con la valentía de una decisión tomada, con el riesgo de equivocarme, de que no me quieran”, reflexiona.
Presman agrega que los adolescentes tienen carencia de los “no”. Los padres, los maestros, no dicen “no”. Entonces, cuando hay demasiados “sí”, no se cumple el rol de cuidar. “A veces tememos hablar con la verdad por temor a que los hijos nos abandonen o nos quiten el afecto”, señala la médica. Hay cierto miedo y es más cómodo decir que sí que decir que no.